El pan a secas

Uno, modestamente, va teniendo un bagaje como librero y hoy me ha dado por recordar títulos y autores, por rememorar alguno de aquellos que, tras su paso más o menos exitoso por librerías, se han quedado en la memoria de los lectores y nos lo han seguido pidiendo en las librerías, a pesar de haber sido descatalogados por la editorial (lo que, lógicamente, ha animado a estas a plantearse una nueva edición): libros como «Vía Revolucionaria» de Richard Yates, (hoy disponible en Alfaguara, pero que a punto estuvo de conseguir que me pasara al lado oscuro, al de editor), «El último suspiro» de Luis Buñuel (hoy en Debolsillo) o el algo esotérico, pero siempre eficaz «Conversaciones con Dios» de Neale Donald Walsh (también en Debolsillo) son algunos de estos títulos buscados e inencontrables durante un tiempo.

Pan a secasPero el caso que en su día más me llamó la atención por la cantidad de personas que se quedaron sin él y por la calidad de la novela fue el de «El pan desnudo» de Mohamed Chukri, un libro que desapareció de las estanterías al eliminar la editorial Debate su colección de libros de ficción y que ha sido recuperado, reescrito, «retraducido» y retitulado, por la magnífica editorial Cabaret Voltaire.

«El Pan a secas» (como se titula ahora la obra) narra la historia de un chico marginal del Rif, un joven (el propio autor) que tiene que buscarse la vida fuera de su casa, debido al carácter terriblemente violento de su padre y a la miseria en la que la holgazanería de este les obliga a vivir. El enfrentamiento con sus iguales, las peleas, el alcohol (incluso a edad muy temprana) y el descubrimiento del sexo, en general el de pago, son narrados de un modo sencillo, directo, pero enormemente emotivo, que sirve a Chukri para mostrarnos un retrato del Marruecos de los años 40 y 50, bajo el protectorado español y con una cultura del poder y del miedo tan cruda como extendida.

«Lloro la muerte de mi tío junto con otros niños. Ya no solo lo hago cuando me pegan o cuando pierdo algo. Ya había visto llorar a más gente. Es época de hambre en el Rif; de sequía, de guerra.
Una tarde, no pude contener mis lágrimas del hambre que tenía. Chupaba y rechupaba mis dedos. Solo vomitaba saliva. Mi madre trataba de calmarme…»

Mohamed ChukriMohamed Chukri, bohemio, bebedor y escritor maldito, fue un joven analfabeto, pero que al poco de comenzar sus estudios, tuvo un furioso encuentro con la literatura y su mundo, convirtiéndose en uno de los autores de referencia de su país. En «El pan a secas» narró su autobiografía, una vida llena de robos, palizas, putas y kif, que, como hemos dicho, retrata esa sociedad marroquí pobre, salvaje y cruel con una fuerza narrativa extraordinaria. Una obra de culto, prohibida en Marruecos hasta el año 2000, que ya es todo un clásico disponible, por fin, en cualquier librería.

Antigua Luz

Antigua Luz de John BanvilleLo primero que debemos advertir a alguien que por primera vez toma entre sus manos una novela de John Banville es que se va a encontrar con un escritor virtuoso del lenguaje, con un autor a quien importa más la belleza de una frase que el ritmo con el se desarrolla una trama. Si esto no le asusta, pondremos un enorme entusiasmo en recomendar la lectura de Banville, por ser uno de esos autores capaces de hacernos soñar con la historia de un recuerdo, de obtener juego y belleza de recuerdos terribles y dramáticos.

«Antigua luz» es una demostración de la facilidad con la que inventamos cuando creemos recordar, de las trampas de la memoria. El narrador es Alexander Clave, a quien ya conocimos en las anteriores novelas de Banville «Eclipse» e «Imposturas» (ambas editadas por Anagrama), un actor de teatro ya retirado incapaz de perdonarse el suicidio de su hija Cass, que recuerda como una manera de seguir sintiéndose vivo, su primer amor, un amor clandestino con Mrs. Gray, veinte años mayor que él y, para colmo, la madre de su mejor amigo. Una sorprendente y tardía oferta para encarnar en el cine al escritor y farsante Alex Vander le llevará a intimar con la joven actriz protagonista cuya vida, como la de Cass, bordea el abismo y supone para Clave una extraña conexión entre el pasado y el presente; entre la culpa y el perdón.

Aunque las tres novelas podrían formar una trilogía, «Antigua luz» puede leerse de modo independiente, sin dejar nada a deber (el mismo Banville reconoce que la trilogía no estaba en su intención, que la comprendió una vez terminada), ya que se trata de una novela deslumbrante, escrita con una pluma magistral y en la que más que desfilar personajes podríamos decir que pululan fantasmas, nuestros propios fantasmas, que aportan o roban luz según la voluntad del propio narrador.

Perdonad a este librero si os parece que exagera, pero es que le cuesta mucho disimular la pasión por el estilo narrativo de Banville. (Escrito para el blog de Librería Taiga)